Hemos encontrado esa persona especial, perfecta, sentimos atracción física, disfrutamos de su compañía y pronto empezamos a compartir alegrías y sentimientos. Amar y ser amados llena todos los momentos de nuestra vida con una fuerza e ilusión nuevas.
Una buena relación de pareja hace que las dos personas se complementen, se apoyen y que ambos avancen en su desarrollo personal.
Algunas parejas viven una espléndida relación y su historia de amor se mantiene -y aumenta- con el mismo encanto y frescura durante muchos años, tal vez toda la vida.
Esta situación ideal no es, sin embargo, la más frecuente. Las personas evolucionamos y cambiamos con el paso del tiempo. Una buena relación no tiene garantías ni contratos.
En muchas parejas, el amor se va diluyendo con la costumbre y el tedio. La relación se debilita y llega el cansancio, el hastío.
Los problemas y las discusiones crecen con el paso de semanas y meses. Y el amor, al final, se termina. Imaginamos como era antes, una nube rosa, un cuento de hadas y nos aferramos al recuerdo de una realidad que fue, pero que ya no es.
Estamos en una situación inestable. Cada día, sopesamos la seguridad de lo conocido, la casa, los hijos y la situación social frente al sufrimiento y el desamor.
El dilema de seguir o romper no es sencillo. La decisión es tuya.
Date tiempo. Mira tu situación de forma realista.
No tomes una decisión drástica en medio de una discusión.
Valora posibles soluciones: si crees que puede ayudar, puedes proponerte ir a una terapia de pareja o pedir consejo a amigos comunes.
Habla con otras personas y escucha sus experiencias y sugerencias.
No tengas prisa, date el tiempo que necesites.
Un buen día verás muy claro el camino a seguir. La decisión la tomas tu, tu solo/a.
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